Golpe de gracia by Dennis Lehane

Golpe de gracia by Dennis Lehane

autor:Dennis Lehane [Lehane, Dennis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-25T00:00:00+00:00


16

Bobby sale por la puerta trasera de la oficina central del Departamento de Policía de Boston y camina hacia el fondo del aparcamiento. Él va y viene del trabajo en metro, pero allí hay una puerta que da a un callejón que, a su vez, traza una lánguida curva hasta la parte trasera de la estación. Ese día, sin embargo, justo en la boca del callejón se topa con Mary Pat Fennessy, sentada en el capó del «coche» más horrible que ha visto nunca.

Él se detiene a su lado y enciende un cigarrillo.

—¿Es legal que circule este trasto?

—Cien por cien —responde ella.

Bobby da una vuelta alrededor. Le da la impresión de que si sopla, aunque solo sea un poco, se deshará en pedazos como en los dibujos animados. Sonríe al ver el tubo de escape sujeto con hilo de cocina —definitivamente el hilo de cocina no es legal para sujetar un tubo de escape—, y le fascina que no quede rastro de dibujo en los neumáticos: ni el culo de un bebé estaría tan lisito. Se inclina para echar un vistazo al chasis, pero no ve ninguna pieza del motor ni las pastillas de freno colgando. Algo es algo. Vuelve a la parte delantera, donde está Mary Pat.

—Cien por cien, ¿eh?

Ella le lanza una sonrisita.

—Tal vez noventa.

—Dejémoslo en sesenta —replica él.

Al acercarse más le ve la cara. Es como si hubiera cruzado el bosque encantado de un cuento de hadas resistiendo el ataque de unos árboles móviles y malintencionados. Ve que lleva una blusa sin mangas a cuadros blancos y amarillos, unos vaqueros con los bajos enrollados y unas Converse de lona, pero también una venda de color carne en el cuello. Tiene las manos magulladas y los nudillos hinchados. Cuando le sostiene la mirada, nota que le brillan los ojos: es un brillo que ya ha visto antes en los ojos de personas inalcanzables.

—¿Ha pasado algo?

Ella se encoge de hombros.

—Deberías ver a las otras.

—¿En plural?

Ella asiente.

—Las zorras que olvidan que, cuando se pelea, se acaba lo que se empieza no merecen respeto.

Él no puede evitar sonreír.

—¿Qué puedo hacer por usted, señora Fennessy?

—Llámame Mary Pat.

—¿Qué puedo hacer por ti, Mary Pat?

—Me preguntaba si seguías buscando a mi hija.

—Por supuesto. ¿Por casualidad sabes dónde está?

Nota en los ojos de ella un destello de incertidumbre y dolor que desaparece enseguida.

—No.

—¿A qué has venido entonces?

—Podría serme útil saber la verdadera razón por la que la estáis buscando.

Él ladea la cabeza y espera.

—¿Qué? —pregunta ella.

—Ya sabes por qué la estoy buscando.

—Porque crees que estaba en el andén cuando Auggie Williamson murió.

—«Creer» se queda corto.

—Entonces, ¿cómo es que no habéis arrestado a nadie?

—Porque hay leyes que prohíben arrestar a las personas sin tener pruebas.

—Pero puedes llamarlas e interrogarlas.

—¿Quién dice que no lo hemos hecho?

—Si lo hubieras hecho, habríais conseguido alguna prueba.

—¿Tú crees? —Ríe entre dientes y arroja su cigarrillo al callejón—. ¿No fue Dukie Shefton tu primer marido?

Ella lo mira fijamente.

—Veo que has estado haciendo los deberes.

—Y Dukie andaba metido en la delincuencia. Vamos, era toda una leyenda entre los ladrones.



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